Stranger Things

Stranger ThingsEl nuevo pelotazo de Netflix. La fórmula del éxito parece estarse repitiendo profusamente estos últimos años: apelar a la nostalgia ochentera repitiendo métodos y temáticas del cine de aquella época.  El homenaje, como digo, tan sobado, ya comienza a oler a tramposo, por lo que hemos de buscar la calidad intrínseca y tratar de dejar de lado lo meramente accesorio.

En Stranger Things, un grupo de niños preadolescentes tratará de resolver el misterio alrededor de la reciente desaparición de uno de ellos. En la batidora, elementos del cine familiar fantástico y ciencia ficción de los ochenta: E.T., Los Goonies, Alien, Silent Hill, aderezados con el toque temático terrorífico de Stephen King.

El grupo protagonista de niños está razonablemente bien descrito, y los jóvenes actores consiguen que empaticemos. Por otro lado, tenemos una serie de personajes secundarios que cuentan con un peso específico muy importante en la serie: los adolescentes y los adultos. Los adolescentes (hermanos mayores de los niños), se nutren de una evolución interesante que no se sospechaba en los primeros capítulos. Adquieren importancia creciente, y sus actores demuestran considerable versatilidad. Bien.

El mundo adulto en cambio está bastante peor descrito. Por un lado, tenemos al jefe de policía, que tan pronto es el amo de la investigación y goza de una inusitada prudencia e inteligencia, como comete alguna estupidez que el benévolo guion se encarga de maquillar. Luego tenemos a Winona Ryder, madre del niño desaparecido. Lo intenta, pero su histrionismo me echa para atrás. Aquí veo más problema actoral que de escritura del personaje. Por último, tenemos a “los malos”, cuya construcción es desastrosa en todos los sentidos.

Este quizá sea uno de los mayores problemas de la serie: la irregularidad en la escritura. Es capaz de describirnos momentos verdaderamente conmovedores, como ese abrazo de los tres niños en lo alto del acantilado, de dosificar con precisión la trama y la tensión, como de resbalar estrepitosamente. En general, todo lo que tiene que ver con los científicos, me parece penoso. Hasta Matthew Modine está horrible en su horrible papel.

Por suerte, y aquí vamos con uno de los mayores méritos de la serie, nos regala uno de esos personajes potentes que te hacen el trabajo ellos solitos: Eleven, la niña más molona que he visto en pantalla en mucho tiempo. La joven actriz Millie Bobby Brown nos regala una interpretación solidísima y natural, que sorprende por una economía gestual de la que debería aprender Winona Ryder. Su personaje es central en la trama, desencadena toda la evolución del grupo infantil y acaba siendo el más memorable. Solo por ella, la serie ya merece la pena.

Sí, hasta su personaje tiene agujeros de guion, pero parten de lo mal que está descrito su conflicto en los laboratorios, a pesar de los continuos flashbacks explicativos. Tanto es así, que para rellenarlos haría falta una segunda temporada que ya espero.

Los hermanos Duffer realizan una dirección con sobrada elegancia, un trabajo de puesta en escena notable, con una fuerza visual que, sin desentonar nunca, ni buscar la filigrana pretenciosa, cumple con creces. Las escenas en la dimensión paralela añaden variedad y poseen una tensión bien medida.

El guion se articula desde el misterio de la trama, y no desarrolla apenas los subtextos. Si bien esto impide a la serie volar más alto (hay cierta vacuidad en la escritura), tampoco se echa en falta mayor profundidad, pues la historia, aunque ciertamente formularia y previsible, es lo suficientemente intrigante como para sostener el interés durante los ocho capítulos, y huye de una pretenciosidad que, tal vez, por el tipo de trama, habría sido difícil de encajar. En este caso, la fórmula funciona. No hay mucho que objetar en este sentido, pues.

La banda sonora, en la dirección y el sentido contextual de toda la serie, plantea un panorama tímbrico y sonoro basado en sonidos electrónicos de sintetizador. Las composiciones tienen un carácter más ambiental que temático, en un estilo más cercano a unos Jean-Michel Jarre o Vangelis que a Carpenter (que también es homenajeado, desde luego no en forma ni estilo). Por desgracia, no alcanza la brillantez de aquellos músicos. Los temas son olvidables, pobres. Incluso el propio tema principal de la serie. Echo en falta más fuerza en los momentos de tensión, o acaso mayor genialidad e inventiva en la partitura. Por otro lado, el ambiente sonoro se siente orgánico, no molesta, y está bien dosificado. Dejémoslo en correcto.

El season finale es emocionante, con una escalada de intriga precisa. Cumple las expectativas creadas, aunque, como casi todo en la serie, se resuelve demasiado fácil. No haré spoilers ni hablaré del sabor de boca que provoca el desenlace de los acontecimientos. Si la cosa continúa en una segunda temporada, como parece va a ser, espero que sepan resolver los problemas de guion y consigan una trama al menos tan interesante como esta. A ver si podemos superar el 7 raspado de ahora, porque, por lo que a mí respecta, me ha despertado simpatía.

Nota final: 7/10.

Carlos Rodríguez.

Un comentario en “Stranger Things

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