Daredevil (segunda temporada)

Daredevil cartelDe vuelta a una de las series estrella de Netflix, la segunda temporada de esta Daredevil recupera la esencia de lo que fue la primera y añade nuevos elementos que la hacen rica en matices, superándola en muchos aspectos.

La propia esencia del súper héroe de marras es per se de las que más potencia cinematográfica podía aportar a una adaptación de Marvel. Pese a cuestionables intentos anteriores, el mayor mérito de la primera temporada de esta serie fue conseguir trasladar la tensión moral y el universo de oscuridad del personaje a una narración compleja, con ritmo, cuidando la técnica lo más posible, creando unos personajes atractivos.

Para la segunda temporada (ya adelanto, estupenda), se recogen estos factores y se amplían. La novedad más evidente en la historia es la inclusión de los héroes (más bien antihéroes) The Punisher y Elektra, que añaden una nueva dimensión a los dilemas morales y complejizan el universo interno del personaje principal.

El primer arco argumental, los cuatro primeros capítulos, está dedicado a presentar a The Punisher. Casi autoconclusivo, es una novedad formal importante que funciona. La narración es algo deslavazada en este punto, pero el personaje interpretado con maestría por Jon Bernthal es tan magnético que él solo se come los episodios, primero como Macguffin argumental, pero adquiriendo enseguida verdadera relevancia en la trama. Los matices que consigue Bernthal con su interpretación enriquecen enormemente a un personaje montado en base a un conflicto personal por otra parte algo básico. Los guionistas deciden definirlo mediante la violencia (que en esta temporada adquiere una especial relevancia), pero sorprendentemente también las mejores líneas de diálogo están ligadas a él.

Así, estos cuatro capítulos nos regalan dos grandes momentos, ambos corresponden al capítulo 3, y uno de ellos es un enorme diálogo en un tejado con el propio Daredevil. Para a continuación cerrar el que quizá sea el mejor episodio de la temporada con una espectacular pelea rodada con habilidad en un largo falso plano secuencia que se engulle sin parpadear. Técnicamente impecable y perfectamente coreografiado, mira cara a cara a aquel otro que tanto me sorprendió en el segundo episodio de la primera temporada. Aquel quizá más elegante, este más espectacular.

En este momento, ya intuimos la mejora con respecto a la primera temporada. Se juega con las expectativas, que son constantemente frustradas para bien (como en la primera de las matanzas de The Punisher), llevando a la serie por unos caminos que denotan valentía. De nuevo, destaco el festín de violencia, inusual tratándose de una serie de televisión, lo cual celebro.

Daredevil Karen Page

La lluvia redentora. Karen tiembla, y nosotros con ella.

Superado este primer arco argumental (dicho sea de paso, algo apresuradamente), el segundo es el encargado de presentar a Elektra y de desarrollar la trama ligada a ella. Me temo que su personaje, no tan brillantemente interpretado por Elodie Yung, no resulta tan atractivo como The Punisher, y lo malo es que la historia principal pasa por ella. Esta sección me resulta más irregular, pero sigue manteniendo un ritmo más que aceptable, que no decae prácticamente nunca, apoyado por las diferentes subtramas. Curiosamente, la trama de conflictos amorosos y amistosos me funciona. Nos regala un momento realmente sexy con aquella escena del primer beso, que no por manida deja de ser emocionante. Y lo es sobre todo por la perfecta interpretación de Deborah Ann Woll, que en esta temporada se supera, se come las escenas. Sabe estar enamorada, sabe ser digna, sabe ser fuerte, sabe ser independiente, monta un personaje que evoluciona, magnético.

Lástima que el argumento siga demostrando cierto machismo, además con el agravante de hacernos creer que no va a ser así, para finalmente acabarlo siendo. Las mujeres en esta serie, aunque de apariencia fuerte y autosuficiente, tienen que ser constantemente salvadas por el machito de turno, expuestas a situaciones que las sobrepasan, so intentos de redimirlas mediante la toma de decisiones de férrea moral, con cierta impostura y condescendencia en la escritura. Estamos tan acostumbrados a que esto sea así que casi resulta natural, pero a mí me sigue cantando.

Y allá por el episodio 8 hasta el final se abre el último arco argumental, el más intenso. También es el más deslavazado de los tres, con un batiburrillo de ideas algo irregular en su ejecución y funcionamiento narrativo. De nuevo, los mejores momentos pasan casi siempre por The Punisher, que nos regala la escena más violenta de toda la serie allá por el capítulo 9. La pelea las tenía todas consigo para haber repetido el plano secuencia, pero en fin, la verdad es que funciona, por excesiva.

Daredevil The Punisher

Qué arte para el apuñalamiento.

Los diálogos siguen sin quedarse atrás, con una escena muy potente en la cárcel con Matt (un Charlie Cox más que correcto) y Kingpin (excelso D’Onofrio) de protagonistas. Pero sobre todo con ese diálogo inesperado entre Frank y Karen en el capítulo 11 en una cafetería sobre el amor y el dolor de la pérdida, magníficamente interpretado y sorprendentemente bien escrito, complejo en su construcción, profundo en sus conclusiones, e inteligentemente rematado. También muy bien dirigido, con el recurso habitual del plano-contraplano perfectamente armonizado en el conjunto de la escena, montada en base al primer plano. Las conclusiones, arriesgadas pero importantes: las personas que te quieren, van a hacerte sufrir, en proporción directa, mas es mejor sufrir que estar solo. No solo es importante por sí mismo (y, claro, discutible), sino que define en cinco minutos las motivaciones de los personajes. Magistral.

Entre medias, una trama que introduce elementos fantásticos de irregular funcionamiento. Perfectamente gradada la transición a una ambientación cada vez más oscura, en cambio no termina de resultar interesante toda esa historia de la Casta y los ninjas. La dosificación de la información es correcta, pues mantiene el ritmo decentemente, pero se cometen errores y en ocasiones se impone el trazo grueso.

El capítulo final no termina de ser todo lo satisfactorio que habría deseado. Toda la importancia puesta en el personaje de Elektra, que sigue sin interesarme demasiado, y clímax algo decepcionante (sí, menos mal que The Punisher estaba por ahí para añadir algo de salsa al asunto). Sorprendentemente, el personaje de D’Onofrio queda completamente olvidado. El cierre sí me convence, añadiendo un par de revelaciones y promesas futuras que pueden resultar interesantes para el devenir de la serie en el futuro.

Daredevil y Elektra

Juguetito nuevo. Hora de matar.

Por otra parte, la serie técnicamente sigue siendo impecable. Atmósferas oscuras y opresivas, potencia visual, con un cierto gusto por el plano simétrico (recurrente el recurso para expresar la soledad y el conflicto interno de un personaje enmarcado en el centro de la pantalla), una partitura musical de altura y unas escenas de acción rodadas y coreografiadas con sobrada clase.

Más que recomendada, esta segunda temporada adquiere un tono más complejo y oscuro, y acierta en la inclusión de subtramas que, aunque de irregular funcionamiento, mantienen un ritmo frenético que apenas decae. No es una serie para los fans de los súper héroes. Es una serie para los fans de las series.

Nota final: 7.5/10.

Carlos Rodríguez.

Calle Cloverfield 10

Calle Cloverfield 10Los productores J. J. Abrams y Matt Reeves nos traen esta “secuela espiritual” de aquella espectacular Cloverfield que tan buen rédito le supuso a Reeves allá por 2008. La película en cambio adquiere personalidad propia y la comparación se antoja oportunista, cuanto menos. Poco tienen que ver la una con la otra.

El debutante Dan Trachtenberg dirige con pulso y aplomo esta improbable mezcla entre Misery y The Mist. Una puesta en escena impecable, apoyada en una banda sonora más que efectiva (aunque sin personalidad), nos mete de lleno en la atmósfera y nos introduce una historia de intriga con toques de terror y ciencia ficción que en todo momento interesa. El personaje de la guapa Mary Elizabeth Winstead evoluciona durante toda la cinta, llevando el peso de la narración. Pero claro, la función se la lleva la imponente presencia de un orondo John Goodman a lo Annie Wilkes (sorprendente registro), que arma un personaje complejo e inquietante, aunque tampoco inventa nada nuevo.

La mayor virtud de Calle Cloverfield 10 es su acertado ritmo, que maneja la tensión implacablemente durante toda la cinta. Los viejos trucos (huidas, conspiraciones y planes frustrados) funcionan, y te consiguen mantener bien pegado a la butaca. A medida que descubrimos nuevos elementos de la historia, queremos seguir conociendo lo que pasará a continuación, aunque también comienza a imponerse poco a poco el trazo grueso.

Ahí vienen los problemas. Algún secundario mal armado (que contrasta para mal con los dos personajes protagonistas), y un desenlace cuanto menos dudoso que lastra el conjunto. Allí donde debiera haber brillado (una historia que parece tan pensada por Shyamalan, merecía un final made in el indio), casi cae en el ridículo. Me debato así entre la fascinación por una Winstead en plan puta ama, improbable MacGyver femenina, y la ligera desilusión tras el derrotero elegido. La historia, que había sido elegantemente dirigida hasta entonces, pedía un final más misterioso, más fino, acaso menos obvio.

De fondo, subyace una sensibilidad que parece venirse consolidando en los últimos tiempos en el cine y que está inspirada por una especie de Guerra Fría moderna y actual, bajo cuyo amparo nos inundan de cine de superhéroes que nos recuerda que EE.UU. está ahí para salvar el mundo de la amenaza externa, o que aprovecha la coyuntura para escudriñar en nuestros miedos ya instalados. No es algo nuevo en el cine. Aquí la metáfora es evidente.

El balance es positivo. Me quedo con la solidez de Trachtenberg tras la cámara (impecable uso del fuera de campo, planos bien medidos de gran potencia visual y un pulso preciso), el buen trabajo de la pareja protagonista, de enorme presencia física, y la conseguida y trabajada atmósfera. No la recordaré para los restos, pero la he disfrutado bastante.

Nota final: 6.5/10.

Carlos Rodríguez.

Jessica Jones

Jessica JonesA la estela de una Daredevil de enorme éxito para la cadena Netflix (y que justo estrena su esperada segunda temporada mañana), llegaba Jessica Jones casi sin hacer ruido, acaso como una de esas series menores de transición entre temporadas de otra de mayor envergadura.

Es imposible no compararlas cuando ambas tienen tantos puntos en común: superhéroes Marvel como protagonistas, una intención creativa de dotar del mayor realismo posible al conjunto, similar factura técnica (muy cuidada) y un guion que busca profundizar en la psique de sus personajes de una forma que recuerda más bien al cine negro clásico que al habitual cine de superhéroes. El problema es que Jessica Jones sale mal parada en la comparación.

Y es que se le ven demasiado las costuras. Efectivamente, desde el comienzo vemos notables esfuerzos por tratar de dotar a la serie de una personalidad propia, pero son vanos. A pesar del tímido intento de acercarse al neo-noir a lo Chinatown de sus primeros episodios, enseguida la serie comienza a caminar en círculos y a tomar otros derroteros más estúpidos. Los guionistas se esfuerzan por que su personaje protagonista, Jessica, nos resulte atractivo y nos identifiquemos con él, pero la fórmula es tan obvia que cansa (que si bebe alcohol, que si es desordenada y despreocupada, que si dice palabrotas…). A lo que no ayuda el monorregistro de Krysten Ritter.

Falta genio creativo. Se echan en falta escenas que despunten, que le den brillo al conjunto, como las había en Daredevil (recuerdo un par de planos secuencia magistrales). Las escenas de acción parecen dirigidas por el peor Nolan.

Y sobra metraje: a partir de cierto punto, la serie comienza a no tener nada nuevo que decir y a repetirse. Los secundarios son bastante poco memorables. Como tampoco lo es la propia Jessica, cuya omnipresencia acaba empachando. Supongo que, en fin, su súper poder tampoco mola demasiado. El final es anticlimático total.

A pesar de ello, los creativos de Netflix (sí, porque es una obra de estudio, que no de autor como lo fue Daredevil) consiguen un entretenimiento decente. Con altibajos, en general resulta interesante y mantiene una expectación razonable. El contrapunto malvado es un personaje decentemente construido, aunque recae sobre él demasiado el peso del relato. Los destellos de truculenta violencia siempre son bienvenidos.

Me entretuvo mientras la vi, pero me olvidaré pronto. Mientras lo hago, ya me estoy preparando para ver qué nos deparará Drew Goddard en su siguiente trabajo.

Nota final: 5.5/10

Carlos Rodríguez.

Crónica Sitges 2015

Aprovechando que acaba de estrenarse en España mi gran descubrimiento personal en la pasada edición del Festival Internacional de Cine Fantástico de Cataluña, Bone Tomahawk, no me puedo resistir a realizar una pequeña crónica de lo que pude ver en aquella edición número 48.

No solo fue la edición más completa a la que he tenido oportunidad de asistir, en tanto que, por suerte, mi estancia en Sitges duró una semana entera (casi todo el Festival), sino que también he podido constatar un nivel general bastante más elevado al de otros años. Siempre es un placer asistir a este Festival (inmejorable compañía cinéfila, ambiente de 10, películas de género a todas horas, la famosa Zombie Walk… Sitges es único), pero más si cabe cuando se presenta ante ti un plantel de películas tan jugoso, unido a una organización a la que, por fin, apenas se le puede poner pegas.

Dicho esto, paso a recordar mi paso por el Festival, con la distancia que otorga el paso de los meses, y las ventajas (no hay mejor filtro que el tiempo) e inconvenientes (fácilmente he podido olvidar muchos detalles) que ello conlleva.

DÍA 1:

The Witch

The Witch

Antes de la gala de apertura del Festival, el evento más importante de aquel primer día, tuve opción de ver una película coreana que ha pasado bastante desapercibida (por motivos propios, me temo). The Treacherous, de Min Kyu-dong, es un drama de época (Siglo XVI) que nos narra la historia de uno de los mayores tiranos que ha dado la historia de aquel país, que esclavizaba a miles de mujeres para que fueran sus juguetes sexuales. Con un barroquismo exacerbado, la película es antipática de ver. Es difícil que te salga una película de época más hortera visualmente, pero The Treacherous es eso y más. A pesar de unos actores que hacen lo que pueden con un material que quiere y no puede, la película cae en el tedio con facilidad. Por suerte, una magnífica escena de sexo totalmente bizarra eleva el conjunto: el emperador obliga a sus dos principales candidatas a concubina a tener una relación sexual entre ellas. La que antes consiga hacer llegar al orgasmo a la otra, gana el macabro juego y salva el pellejo; la otra, morirá. Bien rodada, larga y tensa, bien interpretada, totalmente inesperada en un conjunto, por lo demás, rutinario y anodino.

La joya de la corona de aquel día, y casi de todo el Festival, fue la película de apertura, la esperada The Witch. El debutante Robert Eggers, que venía a Sitges con el premio al mejor director de Sundance bajo el brazo, presenta esta película que está llamada desde ya a ser un clásico en el género de terror. Una familia cristiana de Nueva Inglaterra, en el Siglo XVII, vive su retiro ascético junto a un bosque que parece tener algún tipo de influencia maligna. Es una película compleja, con múltiples capas que nos permiten hablar de numerosas influencias posibles: desde el Anticristo de Von Trier, pasando por El resplandor de Kubrick, por Hitchcock, por Rob Zombie… o incluso Haneke. Por suerte, Eggers consigue personalidad propia, con un terror virulento cocido a fuego lento, de ese que es impalpable pero que te hiela la sangre, más apegado a la psique y al drama que al efectismo al que tanto deben recurrir las producciones del género hoy día. Y qué clase para retratar la violencia, casi siempre sugerida o fuera de campo, pero con fugaces destellos de explicitud. Como en Anticristo, el mal, encarnado aquí en la figura de la bruja, parece residir en lo más profundo de la naturaleza humana, en sus contradicciones, en sus hipocresías y en sus instintos más primarios (no obstante, no puedo ahondar mucho en su mensaje por no desvelar demasiado al lector).

Aparte, la estrella protagonista es perfecta. La jovencísima Anya Taylor-Joy hace un trabajo encomiable. La acompaña un Ralph Ineson de presencia imponente que hace el contrapunto. Y técnicamente es brillante también, a destacar la música y la oscura fotografía. El final in-crescendo está muy bien medido. Recordaré por mucho tiempo la escena final.

Ya solo comparando las películas de apertura de esta edición con la pasada, vemos cómo no hay color. Enorme comienzo para Sitges. Y no vean el tráiler, cuanto menos sepa uno de la película, mejor. Es mi recomendación. Por suerte, pronto se estrenará en España.

DÍA 2:

Ryuzo

Ryuzo and his Seven Henchmen

El segundo día en Sitges se abría con la nueva película del japonés Takeshi Kitano: Ryuzo and his Seven Henchmen. Sin ser yo un gran fan de Kitano, de quien hasta ahora solo me ha llamado la atención especialmente El verano de Kikujiro, disfruto moderadamente con la historia de estos yakuzas retirados y seniles. La mirada de Kitano hacia sus personajes es de ternura y respeto. Se sirve de una comicidad que a veces funciona y a veces no para desarrollar la empatía con el espectador. El trabajo de los intérpretes, eso sí, es delicioso, y está muy bien escrito ese grupo protagonista. Sus arrebatos escatológicos no me hacen especial gracia. Intuyo que los fans de Kitano disfrutarán de ella razonablemente, y para los que no lo somos, al menos es entretenida y diferente (por la temática y la forma de tratarla).

Toc toc, de Eli Roth, se basa en una premisa muy manida, y es totalmente formularia, pero, sorprendentemente, me funciona. Estructurada en dos actos, el ritmo está bien manejado y se hace entretenida y corta. Además, se permite licencias humorísticas que funcionan.

Efectivamente, la premisa no da para mucho, pero entre el trabajo de interpretación de Ana de Armas, que es irresistible, y el acertado trabajo en la dirección y la puesta en escena, sale un conjunto al menos decente. Muy adecuada para ver entre colegas.

Turbo Kid, que se alzaría con el premio a mejor banda sonora, en cambio, funciona peor. El trío canadiense a la dirección trata de contar una historia que mezcla la comedia con la acción y la ciencia ficción. Se trata de una distopía sin apenas elementos novedosos, pero cargada de licencias al público que piden a gritos una identificación con los personajes que no llega. Desde el protagonista, que no se puede ser más soso, hasta la propia banda sonora, de estilo ochentero con sintetizadores a lo Carpenter a la que se le ven las costuras, pasando por una secundaria en la que se ponen todos los esfuerzos por tratar de caer simpática, sin conseguirse, y al gore intempestivo, todo son constantes licencias a un público concreto que, por otro lado, puede disfrutar, al menos moderadamente, de una película razonablemente entretenida, aunque apenas inspirada.

De El nuevo Nuevo Testamento aún me estoy intentando sobreponer. El director belga Jaco Van Dormael presentaba aquí su nueva película y me acercaba a verla con el precedente firme de una Las vidas posibles de Mr. Nobody que me interesó notablemente, aunque a decir verdad, en mi cabeza se vaya desinflando cada vez más. Por desgracia, apenas hay elementos que me interesen en esta su nueva cinta y me invade el tedio. Sus constantes alusiones a un realismo mágico típicamente francés, que repelo fuertemente, me cargan y me irritan. Ni veo nada novedoso, ni aguanto esa aparatosidad de la que también hacía gala Mr. Nobody, ni conecto con su sentido del humor. Tampoco termino de entender ese premio a mejor actriz que acabaría recibiendo por parte del Festival.

DÍA 3:

baskin

Baskin

El terror turco irrumpe con fuerza en Sitges con Baskin. Con un arranque muy tarantiniano, poco a poco va modulando su tono hasta que el grupo de policías protagonista llegada a un edificio abandonado donde se reúne una extraña secta. Tiene ideas, tiene una atmósfera subyugante bastante bien conseguida, y posee escenas verdaderamente perturbadoras. El terror está bien medido, aunque tampoco acaba de brillar.

Me acercaba a Sion Sono por vez primera. Presenta una película que tiene la ultraviolencia marca Japón por bandera: Tag. A pesar de un arranque que me hace tener esperanzas, enseguida constato que la escena está innecesariamente alargada, que la cinta es hortera, que los efectos especiales no están bien integrados (lo que contribuye a la fealdad del conjunto), que todo el guion es un auténtico despropósito… Un batiburrillo de escenas mal hilvanadas, con esa típica obsesión que tienen los japoneses por las colegialas que me resulta cada vez más molesta (es para que se lo hagan mirar). Un desastre del que me es difícil rescatar algo. De lo peor que he podido ver en el Festival.

Joel Edgerton, que se llevaría el premio al mejor actor, dirige también su película de intriga El regalo. Demasiada rutinaria para destacar, por suerte no se hace aburrida, que no es poco. Tiene como objetivo poner nervioso al espectador, a través del extrañamente inquietante personaje que interpreta él mismo. Se le perdonan las típicas trampas de que se vale este tipo de cine, con un final que se nos antoja ya visto. Gustará a la mayoría. A mí me pasa sin pena ni gloria.

Cierra el día la modesta The Mind’s Eye, del director americano Joe Begos. Con bastante menos presupuesto que Turbo Kid, esta sí que logra captar la esencia de los ochenta con su buen hacer. Con un punto de partida claro, la Scanners de Cronenberg, Begos nos cuenta una entretenida historia de personas con poderes mentales extrasensoriales. No aporta nada, pero al menos se ve con facilidad, e incluso va ganando enteros con el paso del tiempo. Algunas escenas, como la final, demuestran una sorprendente firmeza tras la cámara de Begos, y mucho respeto por los clásicos del terror.

DÍA 4:

Love

Love

La oportunidad de poder ver Love de Gaspar Noé en 3D se antojaba el plato fuerte del día. No soy un fan exacerbado del francés, pero sí que disfruté bastante con Enter the Void. Desde luego, lo que más en forma está de Noé es su propio ego, lo que se encarga de demostrar una y otra vez durante la larga cinta, hablando a través de los personajes de forma descarada. Lo peor es que, en verdad, ni es tan trasgresora como pretende, ni el 3D aporta algo especial a la película. Y se suponía que esas dos cosas eran lo que la hacían especial. Nos queda un drama romántico muy flojito, con un núcleo dramático bastante endeble y naif. Sí que guarda cierta capacidad de hipnotismo, típica del autor, apoyada por el reiterativo empleo de Satie en la banda sonora y de una mirada nihilista hacia el sexo, acaso lo más interesante de la película.

Se confirmaría Love como lo más destacable del día. Miss Hokusai, cinta de anime de Keiichi Hara, es muy correcta formalmente, e incluso posee escenas que la elevan, pero no tiene vida y resulta alarmantemente sosa. Posteriormente, una modesta producción española de intriga llegaba a una Sección Oficial de forma prácticamente incomprensible (ahí debe de haber algún tipo de amiguismo seguramente). La premisa de El cadáver de Anna Fritz tiene cierta originalidad: unos colegas, a cada cuál más estúpido, deciden ir a visitar el cadáver de una famosa actriz recientemente fallecida a la morgue, donde trabaja uno de ellos. Una vez allí, comienzan a barajar la posibilidad de violar el cadáver. Tras esto, cierta escena (prefiero evitar spoilers) demuestra talento tras la cámara, y el manejo de la tensión durante la cinta es preciso. Lástima que casi todo esté desastrosamente escrito, y que todos los chicos actúen bastante horrible. Solo hay una elogiosa excepción: la actriz Alba Ribas. El conjunto, se queda en anécdota.

DÍA 5:

Bone-Tomahaw

Bone Tomahawk

Aquel día no podía empezar peor. Nowhere Girl, la nueva cinta del japonés Mamoru Oshii, creador de grandes películas de culto del cyberpunk como Ghost in the Shell o Angel’s Egg (que me encanta) me resultó execrable. Prácticamente todo es un desastre en esta cinta. Recuerdo especialmente molesta la insistencia en emplear una y otra vez el mismo tema del concierto nº23 de Mozart para la banda sonora, que siendo de lo más bello que compuso Mozart, no merecía ser violado de semejante manera. Curiosamente, cierta escena de acción hacia el final de la película eleva ligeramente el conjunto. Rodada con un pulso sorprendente, Oshii pone en ella toda la carne en el asador. Pero no merece la pena aguantar los 80 minutos anteriores.

Sin llegar a semejante nivel de bajeza, The Hallow tampoco se salva de la purga. Un cinta de terror irlandesa tremendamente formularia, destaca por sus diseños y ambientaciones, pero flaquea a la hora de crear un núcleo dramático interesante. Tampoco hay demasiada tensión o intensidad. En la misma senda, la cinta coreana Office, que viene a confirmar que no siempre aciertan los coreanos con sus famosos thrillers. Demasiado sosa, en ningún momento interesa. Su humor, en cambio, sí funciona. Ambas cintas son fácilmente olvidables.

Menos mal que llegó Bone Tomahawk a salvar el día. Ya tuve a bien comentar la película en su día. Lo mejor es que mi opinión ha permanecido intacta con el paso del tiempo y tras una revisión. S. Craig Zahler, que debuta con esta cinta, tiene el problema de haber dejado el listón tal vez demasiado alto con Bone Tomahawk. Su premio a mejor director, totalmente merecido, acaso se me antoja escaso (al menos el guion también merecía premio. Lástima que se lo llevase uno tan manido como el de Las últimas supervivientes). Mi película preferida de 2015, directamente.

DÍA 6:

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Cemetery of Splendour

La nueva adaptación de Shakespeare de Justin Kurzel, Macbeth, llegaba a Sitges sin entender tampoco el criterio para su selección dentro de un Festival de cine fantástico. En cualquier caso, es una cinta estimable. Lo más destacable a priori, lo acabó siendo también a posteriori: la pareja de intérpretes. Excelentes Fassbender y Cotillard. Cuando comparten escena, la película es magia. Por desgracia, la narración es farragosa, y sobre todo hacia la mitad (coincidiendo con cierto suceso importante de la trama), cae en un tedio desbordante, del que no se recupera. Hasta el jurado se dormía (verídico).

El cine del tailandés Apichatpong Weerasethakul cada vez me interesa más. Su nueva y esperada cinta Cemetery of Splendour no solo gana en mi cabeza, sino que me pareció muy disfrutable. Con un contenido fantástico y cómico muy sutil, la cinta resulta inesperadamente divertida. La naturalidad del cine del tailandés es desbordante, y su exotismo es altamente atractivo. Es un cine muy personal, y en esta película sigue una senda que vuelve a sus temas típicos, como el contraste entre el ambiente rural y el urbano que ya trataba en Síndromes y un siglo.

The Assassin, del célebre taiwanés Hou Hsiao-Hsien, que viene a Sitges con el Premio a Mejor Director del Festival de Cannes, está a un nivel similar. Es un cine complejo y denso, de una perfección formal que abruma, con una bella fotografía que se habría merecido todos los premios posibles, y una cadencia lenta que el taiwanés moldea con sorprendente precisión. Se le puede achacar una farragosidad en la narración que la hace bastante difícil de seguir, pero es que ni siquiera esto importa para disfrutar con su visionado. Haber podido ver estas dos delicias en pantalla grande es mi gran premio de este día.

Día que cerraría con Youth, la nueva cinta de Sorrentino. No soy especial fan del italiano, y con esta cinta me pasa como con su anterior y celebrada La gran belleza: valoro y disfruto su cine, pero moderadamente, sin llegar a atraerme del todo. Sus marcianos no me terminan de interesar. Su discurso lo siento artificial y fácilmente olvidable. Pero esta su nueva película gustará mucho a aquellos que disfrutaron mucho con La gran belleza. Tiene sus mismas virtudes, pero también identidades únicas, como la acertada decisión de desarrollarla casi enteramente dentro de un balneario. Michael Caine es lo mejor de película. Ampliamente.

DÍA 7:

The green room

The Green Room

Demon, del tristemente recién fallecido director polaco Marcin Wrona, es una curiosa cinta de terror del subgénero de posesiones basada en el folclore judío. Su desarrollo nunca termina de despegar del suelo, pero su terror tiene más en común con La bruja que con el de la mayoría de películas sobre posesiones. Su tono es lo más distintivo, con toques surrealistas que recuerdan al Buñuel de El ángel exterminador. La película crece en mi memoria con el paso del tiempo y posiblemente ahora la tengo en más estima que cuando la vi en su momento. Destaca el apartado técnico, cuya fotografía se llevaría el Premio correspondiente en el Festival. La música de Penderecki, excelente como es habitual en el compositor, solo se usa de enlace entre escenas.

Seguimos con el intento de ver un thriller coreano aceptable (cosa que, hasta este año, siempre he encontrado en Sitges). No lo consigo con Coin Locker Girl. Su aparatosidad, que pretende ser heredera de El Padrino (ni más ni menos), me hace distanciarme totalmente de la película. Todo suena a ya visto y oído, nada nuevo ni sorprendente. Nada me interesa. Ni sus personajes, ni el desarrollo. Poco más que comentar.

The Legend of Barney Thomson supone el debut en la dirección de un actor del que tengo especial debilidad: Robert Carlyle (protagonista de una de mis películas preferidas: Full Monty). Pese a que disfruté razonablemente de ella durante su visionado, poco a poco se me está desinflando (al contrario que la polaca). La culpa de esto es su carácter rutinario y poco arriesgado. Su premisa es divertida pero poco novedosa (un barbero al que le da por ser asesino). El personaje que monta Carlyle es interesante y en general las interpretaciones son buenas, pero tiene todos los típicos tics del cine británico, y no hay nada nuevo que no hayamos visto ya en otras comedias negras similares. Recuerdo con especial agrado la escena final, hilarante, muy bien escrita y dirigida.

Y por último, The Green Room, una cinta de terror acerca de un grupo de jóvenes punks que se ven encerrados en un local de neonazis asesinos. La premisa, dicho así, parece basura, pero resulta perfectamente llevada por Jeremy Saulnier. Las influencias están claras: los clásicos de los ochenta (que a su vez, como Carpenter, bebían de clásicos anteriores como Hawks). Se las apaña para salir airoso constantemente y crear situaciones de tensión que hacen evolucionar a la película con furia. Es vibrante y muy entretenida. Tampoco descubre la panacea, y carece de suficientes elementos identificativos o de personalidad, pero la vieja fórmula funciona con precisión. Además, los actores hacen un trabajo bastante decente, destacando especialmente Patrick Stewart.

DÍA 8:

Yakuza apocalypse

Yakuza Apocalypse

Antes de partir de Sitges, conseguí redimir al cine japonés con dos más que decentes representantes. Takashi Miike, como viene siendo habitual en Sitges, presenta su película de rigor (dos, en verdad. Las hace a pares). Yakuza Apocalypse es una libérrima cinta de comedia y acción con todas las constantes del loco (en el mejor sentido de la palabra) director nipón. Solo alguien como él es capaz de conjugar los elementos que incluye en su cinta (vampiros, yakuzas, ranas antropomórficas…) y no solo salir indemne sino ofrecer un producto diferente y divertido. El humor es hilarantemente absurdo, una celebración del exceso. Y con dos cojones te mete a uno de los famosos protagonistas de The Raid para acabar coreografiando una no-pelea final con él, que le deja a uno cara de tonto, a la vez que de admiración absoluta. Encima con un sentido de la tensión preciso y bien medido.

Para finalizar, una elegante cinta de fantasmas de la mano de Kiyoshi Kurosawa: Journey to the Shore. Es un drama romántico nada pomposo, con una sensibilidad que no molesta, muy particular del director. Sus películas crecen en mi memoria con el paso del tiempo, y de Journey to the Shore solo recuerdo las cosas buenas. Un ritmo calmado nos introduce en los sentimientos de unos personajes que interesan, cargados de cotidianeidad y verdad. Por otro lado, vuelvo a tener cierta sensación de “esto ya lo he visto” durante el metraje, lo que la impide alzarse definitivamente. Pero es sin duda una muy estimable cinta, que bien podría definirse como el reverso luminoso de su famosa Kairo.

Carlos Rodríguez.

Documentales de Oscar (2016)

En esto de la cinefilia se da, en general, un caso curioso: solemos renegar de los Oscar cuando no llueven a gusto propio, pero nos alegramos cuando nuestra película preferida recibe esa tan merecida estatuilla. Además, el reniegue a los premios suele venir cargado de apriorismos desde las propias nominaciones (que siempre conllevan notables ausencias). De una forma u otra, lo cierto es que es uno de los eventos del año para los aficionados al cine, nos gusten o no los Oscar en sí, y al final muchos de nosotros acabamos realizando una suerte de carrera por engullir las nominadas en tanto que sea posible, en una temporada alta de películas que solo volverá con la llegada de los festivales.

En esta pasada edición, la número 88, noto que fue especialmente flagrante la medianía en el nivel de las películas, o al menos de aquellas nominadas en la categoría principal. No solo me acerco a ellas con cierto hastío sino que mis temores se confirman tras el visionado de las mismas. Y lo peor es que esto viene pasando ya desde hace varios años.

Sin embargo, existe una categoría en que parece perdurar una calidad general bastante decente: la de Mejor largometraje documental. En esta edición, hemos encontrado cinco nominadas que, atendiendo al nivel de las de la sección principal, bien podrían haber participado también de aquella categoría. Comentemos brevemente pues estos cinco documentales, y sirvan estos comentarios de reivindicación.

WINTER ON FIRE

Winter on fire

Quizá uno de los que más desapercibido ha pasado por los premios es este documental ucraniano sobre la revolución que en 2013 enfrentó a los europeístas con los prorrusos en las calles del país.

Es un documental notablemente parcial, pero posee una enorme habilidad para articular el discurso y manejar la tensión. Esta es su principal virtud. La mirada de Afineevsky está con los europeístas (no voy a entrar a valorar la legitimidad política de unos y otros), y es capaz de hacernos partícipes de las revueltas civiles de una forma que realmente impresiona. La cámara a pie de calle y las apasionadas entrevistas a unos (y no a otros, en fin) nos hacen interesarnos por lo que allí estaba ocurriendo. Retrata hechos que son objetivamente terribles, como las cargas indiscriminadas por la policía nacional contra los manifestantes, en una escalada de violencia que mantiene al espectador pegado a la pantalla en todo momento. Probablemente juegue sucio (en realidad, los manifestantes europeístas tampoco eran unos santos), pero mediante la omisión de ‘detalles’ (entrecomillemos por precaución), el discurso de Afineevsky sale razonablemente indemne.

Temáticamente, podríamos compararlo con Octubre, e incluso la inmersión que se consigue del espectador podría ser similar, si bien la forma cinematográfica es eminentemente diferente.

Quedándome con lo positivo, las impresionantes imágenes mostradas y lo bien gestionada que está la tensión durante el metraje me bastan para disfrutar ampliamente con su visionado.

Nota final: 6.5/10

CARTEL LAND

Cartel Land

Otro documental que entra sin hacer demasiado ruido, aunque ha cosechado numerosas nominaciones y premios, entre los que destaca el de mejor director y documental en los premios del Sindicato de Directores de América, es este Cartel Land, de Matthew Heineman.

También otro potente retrato social, este sobre los cárteles de la droga en México, y la lucha de la milicia ciudadana y el gobierno frente a esta mafia. En este caso, no solo de imágenes potentes y buena construcción del relato vive el documental de Heineman. Tiene dos factores positivos verdaderamente determinantes: uno es la ambigüedad moral, que conduce al espectador a ciertos dilemas de especial calado. No solo es indignante casi todo lo que se muestra en el documental, sino que además se aleja de todo maniqueísmo posible (justo lo contrario a lo que le ocurre al ucraniano), lo cual le confiere una personalidad arrolladora que le hace ganar enteros. También cuenta con un personaje principal potentísimo: el Doctor Mireles, líder de las autodefensas ciudadanas en Michoacán.

Estructurada en dos secciones que se intercalan, una correspondiente a la lucha en México y otra a la lucha en la frontera de EE.UU., Mireles es erigido hilo conductor del relato mexicano, sin duda el interesante de los dos. La mirada a Mireles de Heineman evoluciona con ricos matices a lo largo del documental, de la misma forma que evoluciona su mirada hacia las autodefensas, planteando constantes contradicciones y problemáticas. En esta sección, la película es vibrante, emocionante, dolorosa y cruda.

Para nada es perfecto. La parte de EE.UU. sobra. Presenta a un personaje que no es más que un zumbado, que como tal es retratado, y que no genera ningún interés. Además, las conclusiones que se extraen del discurso de Heineman, en fin, no descubren la panacea. También hay cierta sensación durante el visionado de ‘esto ya lo he visto’ que provoca cierta pereza.

De nuevo, me quedo con lo positivo, que no es poco, y la valoro al mismo nivel que el ucraniano. Hay ciertas imágenes que permanecerán en mi memoria. Es de agradecer.

Nota final: 6.5/10

WHAT HAPPENED, MISS SIMONE?

Nina simone

Las producciones de Netflix están de enhorabuena. Con esta nominación y con la de Winter on Fire se confirma la buena salud con que la cadena. Nos encontramos ante un biopic al uso, sobre la enorme figura de Nina Simone. La directora Liz Garbus elige no arriesgar y jugar sobre seguro.

El discurso no me apasiona, acaso por rutinario. Los principales méritos de la película son externos a ella misma, pues vienen de la mano de la música de la propia Simone, que sin ser de mis artistas preferidas, reconozco su figura musical como una de las más grandes del jazz del S. XX. Siendo así, la película gana enteros cuando se dedica a mostrar grabaciones de Simone actuando, y me deja de interesar cuando nos relata su biografía, con tibieza. El discurso antirracismo no está bien dibujado, y acaso salvo el relato de la patógena relación que la artista mantenía con su marido.

Pero su excesiva corrección formal, demasiado apegada a los estándares más trillados, me la hace imposible de recordar con el paso del tiempo, por lo que no podemos pensar que el documental haga justicia a la figura de la cantante. Es una pena, pero es demasiado soso. Aun así, se sigue sin dificultad y siempre es agradable de escuchar a Simone cantando. Algo es algo.

El peor de los documentales nominados. Empero, sigue siendo mejor que varias de las nominadas a mejor película.

Nota final: 5/10.

LA MIRADA DEL SILENCIO

The look of silence

La joya de la corona viene de la mano de Joshua Oppenheimer, que retoma su potente relato de los terribles hechos acaecidos en Indonesia a mediados del siglo pasado: el genocidio a miles de acusados de comunistas por parte del gobierno. Lo que en The Act of Killing tomaba tintes de comedia negra (que, en definitiva, era un arma potentísima y dolorosa para denunciar los hechos), en La mirada del silencio se torna en una seriedad que casi sorprende, a tenor de aquella.

La película está narrada bajo la mirada de un familiar de una de las víctimas asesinadas. Con un tono mucho más áspero (aunque igual de contundente) que en su anterior y también genial documental, consigue Oppenheimer una conexión casi inmediata del espectador. Este ascetismo en el tono denota un profundo respeto del director que me recuerda de alguna forma al Shoah de Lanzmann.

Todo son méritos en esta película. Está bien articulada, es tan potente y dolorosa (o más incluso) que su aclamado The Act of Killing. Te emociona, te deja poso. Cuando Oppenheimer muestra al protagonista las imágenes de los cínicos genocidas relatando con sorna y complacencia sus crímenes, sentimos el mismo dolor que siente él. Cuando va a visitar y a hablar con los genocidas en persona, sentimos la misma indignación que él (me encantaría preguntarle a este hombre cómo es capaz de mantener la calma y la mente fría de esa forma ante semejantes hijos de puta). Cuando retrata a esos padres cuyas esperanzas de redención son ya nulas, sentimos el mismo vacío y pena que ellos. Esto, entonces, es cine de primer nivel. Y se me hace muy difícil justificar por qué no ha sido premiado este documental.

Nota final: 8/10.

AMY

Amy

He tenido a bien dejarme este biopic para el final por ser el que se llevó el premio gordo, cumpliendo así la mayoría de quinielas (también la mía).

Como digo, se trata de otro biopic, este sobre la figura de la cantante Amy Winehouse (parece que la moda de los documentales sobre cantantes se está extendiendo…). Asif Kapadia, su director, es un documentalista especialmente habilidoso. Se vale de personajes de especial e inesperada potencia para armar con gran oficio sus relatos. Como ya hiciera en Senna, monta un personaje principal que interesa en todo momento, complejo, contradictorio. Siendo Winehouse como era otra artista que tampoco me interesaba, de la misma forma que Simone (no por mi consideración hacia su talento, que es ampliamente positiva, sino por gustos personales), asisto con alegría a dos horas sobre la tormentosa vida de la cantante sin aburrirme o sentir pereza hacia lo narrado. Lo cual no es poco.

Pecando de cierto sensacionalismo en ocasiones, del mismo que parece querer denunciar, Kapadia conduce el documental con bastante pulso y ritmo, con un montaje excelente, haciendo valer la inestable aunque magnética personalidad de Winehouse como principal y morboso medio de creación de interés. También es evidente que las actuaciones musicales enriquecen el conjunto sobremanera.

La vieja historia del ascenso-caída contada a través de la artista tristemente fallecida. Qué curiosa persona era, y qué pena de final. Siendo una vida mucho más breve, resulta, en definitiva, más interesante que la de Simone. O al menos lo es su construcción en el documental.

Digna ganadora, aunque para mi gusto, ni mucho menos era el mejor.

Nota final: 6/10.

Carlos Rodríguez.